REFLEXIÓN SOBRE LA PASCUA
La celebración del misterio pascual está en el centro de la fe y de la vida de la Iglesia. La resurrección de Cristo no es solo su victoria sobre el pecado y la muerte. Es la manifestación de la divina economía de la Trinidad: el amor infinito y omnipotente del Padre, la divinidad del Hijo, el poder vivificante del Espíritu Santo.
Toda la historia de la salvación tiene su centro y su culmen en la Resurrección de Jesús. Hacia ella tiende la creacción entera, las maravillas realizadas por Dios en el Antiguo Testamento, y de modo especial la Pascual de Israel, profecía de la Pascua de Cristo, de su paso de la muerte a la vida.
Hacia la resurrección del tercer dia, tantas veces anunciada como coronación de su pasión por parte de Jesús, va precipitándose toda su vida, sus palabras, sus milagros, sus enseñanzas. Hasta los últimos momentos, cuando Cristo demuestra con sus palabras y con sus gestos que está para pasar de este mundo al Padre. En efecto, Él del Padre ha venido y al Padre va, y por ello su vida es una Pascua, un paso; pero en este éxodo, más glorioso que el paso del Mar Rojo, Jesús arrastra su propia humanidad, asumida de la Virgen Madre, haciéndola pasar por el misterio de la pasión y de la muerte , para que quede para siempre sellada por el amor sacrificial en su carne que lleva marcados los estigmas de su pasión gloriosa.
La Pascua del Señor es la fuente y la raíz del Año Litúrgico. Una Pascua semanal, celebrada por la Iglesia Apostólica y llamada ya desde antiguo, como dice el Apocalipsis (Apc. 1:10) "Dia del Señor" y una Pascua anual celebrada por las primeras generaciones cristianas, al menos a partir del siglo II, como un memorial conjunto de la Muerte y de la Resurrección del Señor, dos caras de la misma medalla.
La predicación evangélica de la Resurrección de Cristo ha quedado plasmada, como otros misterios de la vida del Señor, en el arte contemporáneo primitivo, como una muestra viva de la fe de los cristianos.
Los iconos de la Resurrección tienen pleno sentido y completan el anuncio y la celebración de la Pascua cristiana anual, e incluso de la pascua semanal del Domingo. Por eso reciben toda la luz de la Palabra que los ilumina, y de la Liturgia que los inserta en su celebración. Con templándolos tiene un sentido cabal la proclamación de los Evangelios de la Resurrección y de los cantos y troparios pascuales que se repiten durante todo el tiempo de Pascua, y sobre todo en la Liturgia Bizantina, cada domingo en el oficio matutino de la Resurrección.
Toda la historia de la salvación tiene su centro y su culmen en la Resurrección de Jesús. Hacia ella tiende la creacción entera, las maravillas realizadas por Dios en el Antiguo Testamento, y de modo especial la Pascual de Israel, profecía de la Pascua de Cristo, de su paso de la muerte a la vida.
Hacia la resurrección del tercer dia, tantas veces anunciada como coronación de su pasión por parte de Jesús, va precipitándose toda su vida, sus palabras, sus milagros, sus enseñanzas. Hasta los últimos momentos, cuando Cristo demuestra con sus palabras y con sus gestos que está para pasar de este mundo al Padre. En efecto, Él del Padre ha venido y al Padre va, y por ello su vida es una Pascua, un paso; pero en este éxodo, más glorioso que el paso del Mar Rojo, Jesús arrastra su propia humanidad, asumida de la Virgen Madre, haciéndola pasar por el misterio de la pasión y de la muerte , para que quede para siempre sellada por el amor sacrificial en su carne que lleva marcados los estigmas de su pasión gloriosa.
La Pascua del Señor es la fuente y la raíz del Año Litúrgico. Una Pascua semanal, celebrada por la Iglesia Apostólica y llamada ya desde antiguo, como dice el Apocalipsis (Apc. 1:10) "Dia del Señor" y una Pascua anual celebrada por las primeras generaciones cristianas, al menos a partir del siglo II, como un memorial conjunto de la Muerte y de la Resurrección del Señor, dos caras de la misma medalla.
La predicación evangélica de la Resurrección de Cristo ha quedado plasmada, como otros misterios de la vida del Señor, en el arte contemporáneo primitivo, como una muestra viva de la fe de los cristianos.
Los iconos de la Resurrección tienen pleno sentido y completan el anuncio y la celebración de la Pascua cristiana anual, e incluso de la pascua semanal del Domingo. Por eso reciben toda la luz de la Palabra que los ilumina, y de la Liturgia que los inserta en su celebración. Con templándolos tiene un sentido cabal la proclamación de los Evangelios de la Resurrección y de los cantos y troparios pascuales que se repiten durante todo el tiempo de Pascua, y sobre todo en la Liturgia Bizantina, cada domingo en el oficio matutino de la Resurrección.
Kondakion
Cuando tú yacías en el sepulcro, Señor inmortal,
tú has quebrantado el poder del infierno,
¡ Oh Cristo nuestro Dios!
disponiéndo a las Miróforas para regocijarse,
visitando a los Apóstoles y concediéndoles la paz, tú que
nos salvas y nos otorgas la resurrección.
TEXTO ANTIGUO SOBRE LA PASCUA. (S:II), OBISPO MELITÓN DE SARDES:
"Soy yo, en efecto vuestra remisión;
soy yo, la Pascua de la salvación;
yo el cordero inmolado por vosotros,
yo vuestro rescate,
yo vuestra vida,
yo vuestra luz,
yo vuestra salvación,
yo vuestra resurrección,
yo vuestro rey...
El es el Alfa y el Omega,
El es el principio y el fin.
El es el Cristo. El es el rey. El es Jesús,
el guía, el Señor,
aquel que ha resucitado de entre los muertos,
aquel que está sentado a la derecha del Padre..."
¡ Cristo ha resucitado !
¡Verdaderamente ha resucitado!
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