GLOSARIO ORTODOXO

ECONOMÍA (oikonomía): se entiende sustancialmente como el complejo misterio de las divinas disposiciones de la Providencia, relativas a la salvación y a su total desarrollo en la obra de la Encarnación - Redención, en Cristo.
SINERGÍA (sinérgia): cooperación. Sin embargo, en la Patrística griega, este término tiene un significado técnico que indica la de Dios y del hombre en la obra de la salvación; una cooperación, no entre iguales, entiéndase bien, sino que es la unión de la cooperación salvificante de Dios, con el sí de la obediencia del hombre.
OPERACIÓN (enérgia): operación o más bien energía, es la acción propia de cada naturaleza. El término es usado también para indicar la acción divinizante de Dios, y también el acto, la acción puntual, en oposición a la acción habitual o hábito.
PRÁCTICA, de la virtudes, de los mandamientos (praktikí, praktikón): vocablo usado sobre todo por Evragio, quien lo recibe directamente de Orígenes, el cual ve en María y en Marta el símbolo de la contemplación y de la práctica. Ambas virtudes son entendidas como inseparablemente unidas, en cuanto que la práctica es el actuar de los mandamientos, de las virtudes, de la ascesis tendiente a la obtención del conocimiento espiritual y de la contemplación.
PENSAMIENTO (logismós): a veces tiene un sentido negativo, se trata de los "razonamientos" que surgen en el corazón y el intelecto, por un impulso de las pasiones y por sugestión del mal. Es tarea de la custodia del corazón impedir el acceso de los pensamientos negativos.
RECUERDO (mními): la doctrina del recuerdo de Dios se remonta a San Basilio, de la cual nos habla repetidamente en su libro Obras Ascéticas, definiendo como "deber" del cristiano que come el pan y bebe del cáliz del Señor, custodia innecesariamente la memoria de Aquel que ha muerto y resucitado por nosotros. El recuerdo de Dios, impreso en un sello indeleble en la memoria, se opone a las agresiones de los pensamientos e impide los males provenientes del olvido. El recuerdo de Dios es lo opuesto a cualquier posibilidad de autocontemplación, por la cual nos mantenemos ajenos a nuestros semejantes, es lo opuesto a toda tristeza malsana, a todo cansancio y envilecimiento. Toda obra de la sobriedad tiende a permitirnos permanecer en tal recuerdo y, por consiguiente, en la oración continua.
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