DICHOS DE LOS PADRES DEL DESIERTO
El abad José de Tebas decia: Hay tres clases de hombres que son enaltecidos a los ojos de Dios: Primero, aquellos que, cuando están enfermos o son tentados, aceptan todas las cosas con acción de gracias. Segundo, los que realizan todas sus obras limpiamente ante Dios, y en modo alguno buscando sólo agradar a los hombres. Tercero, los que permanecen sujetos a la dirección de su padre espiritual y renuncian al egoismo.
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El abad Hiperiquio decía: Es mejor comer carne y beber vino que, mediante la calumnia y descalificación, devorar la carne de tu hermano.
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Cierto hermano fue al abad Poemen y le dijo: ¿Qué debo hacer, Padre? Siento una gran tristeza. El anciano le dijo: No desprecies nunca a nadie, no condenes nunca a nadie, no hables nunca mal de nadie, y el Señor te otorgará la paz.
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Un hieromonje fue preguntado por cierto soldado si Dios perdonaría a un pecador. Y él le dijo: Dime, querido: si tu capa está rota, ¿la tiras? El soldado replicó y dijo: No, la arreglaré y volveré a ponérmela. El anciano le dijo: Si tú cuidas de tu capa, ¿no había de ser Dios misericordioso con su propia imagen?.
* * *
Uno de los hermanos había pecado, y el sacerdote le mandó que abandonase la comunidad. Entonces el santo abad Besarión se levantó y salió con él, diciendo: ¡Yo también soy un pecador!
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El abad Hiperiquio decía: Es mejor comer carne y beber vino que, mediante la calumnia y descalificación, devorar la carne de tu hermano.
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Cierto hermano fue al abad Poemen y le dijo: ¿Qué debo hacer, Padre? Siento una gran tristeza. El anciano le dijo: No desprecies nunca a nadie, no condenes nunca a nadie, no hables nunca mal de nadie, y el Señor te otorgará la paz.
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Un hieromonje fue preguntado por cierto soldado si Dios perdonaría a un pecador. Y él le dijo: Dime, querido: si tu capa está rota, ¿la tiras? El soldado replicó y dijo: No, la arreglaré y volveré a ponérmela. El anciano le dijo: Si tú cuidas de tu capa, ¿no había de ser Dios misericordioso con su propia imagen?.
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Uno de los hermanos había pecado, y el sacerdote le mandó que abandonase la comunidad. Entonces el santo abad Besarión se levantó y salió con él, diciendo: ¡Yo también soy un pecador!
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